1/1/70
Generales
Un cerebro en remojo
El neurocientífico y director del Laboratorio de Neurociencia de la Universidad Torcuato Di Tella, Mariano Sigman, fue entrevistado desde Madrid y habló del desafío de hacer ciencia en el país y de cómo se descifra el enigma de la mente en épocas de lo que él llama "neuromitos". En 2009, la científica brasileña Suzana Herculano- Houzel realizó una investigación sobre la estructura física del cerebro. Este órgano tiene, en los hombres humanos adultos, 86.000 millones de neuronas, más que cualquier otro de nuestros primos primates. Cada neurona alberga entre 1.000 y 10.000 conexiones llamadas sinapsis que resultan en 125.000 millones de ellas solo en la corteza cerebral. Ese número es, al menos, 1.000 veces el número de estrellas en nuestra galaxia. El cerebro humano es uno de los objetos más complejos del mundo y desentrañar sus misterios no es solo intelectualmente estimulante; es una promisoria empresa económica. Según un reciente informe de la consultora de negocios Grand View Research, se estima que el mercado mundial de la neurociencia alcanzara US$ 30.800 millones para el año 2020. Los crecientes desarrollos en el campo de la neuroinformática y el aumento de las iniciativas de investigación patentadas, respaldadas y financiadas desde el Estado especialmente, son factores que impulsarán este mercado. Allí está Mariano Sigman (45), uno de los argentinos que más entiende cómo pensamos y sentimos. Sigman tiene genes de raigambre científica y económica: es hijo del empresario argentino Hugo Sigman, fundador de la biotecnológica Insud aunque, aclara, "es un tema del que prefiero no hablar, no me interesa". Nació en suelo nacional, donde obtuvo una maestría en Ciencias Físicas por la Universidad de Buenos Aires, para después volcarse de lleno en la ciencia de lo mental con un doctorado en neurociencia en la Universidad Rockefeller, donde investigó cómo la corteza cerebral se organiza para procesar señales complejas (como las estadísticas del mundo visual). Luego se trasladó a la ciudad de las luces, París, con la beca Human Frontiers Fellow, donde indagó sobre los procesos de toma de decisiones, la arquitectura cognitiva y la conciencia: las áreas que hoy son su fuerte. Viajó, conoció, y se quedó en la Argentina donde "hice la ciencia más importante de mi carrera", remarca. Desde 2013, preside el Laboratorio de Neurociencia de la Universidad Torcuato Di Tella que él mismo ayudó a erigir. La unidad de investigación tiene un enfoque empírico y teórico para el estudio de la toma de decisiones. Sus ganas de compartir lo que sabe sobre la mente lo levó a ser el primer científico argentino que habló en una conferencia TED internacional como así también a escribir divulgación científica. Hoy todo el mundo parece querer hablar de las neurociencias. ¿Es el siglo para que brillen, como lo fue para la Física el siglo 20? No estoy de acuerdo en que sea el siglo de las Neurociencias porque ninguna ciencia puede jactarse de eso. La Física tuvo milenios de trascendencia e indagación. El pensamiento humano es una búsqueda ancestral, siempre vamos a estar investigando, es una búsqueda recurrente. Pero sí, hay una moda popular que es posterior a la moda científica. Desde hace 40 o 50 años creció mucho, pasó de ser una ciencia de nicho a un tema que se fue volviendo masivo. Además, yo trabajo desde los 90 en tratar de entender el cerebro y los resultados son bastante modestos. Todavía seguimos con una gran incomprensión sobre cómo funciona la mente. La verdad es que no interesa demasiado la neurociencia, que es la ciencia de las neuronas, sino que lo que les gusta es el pensamiento humano, como la memoria o la intención pero no cómo funcionan los circuitos neuronales. Hay un gran uso marketinero de llamar neurociencias a lo que,en realidad, siempre fue psicología experimental. ¿Perpetuamos muchos mitos sobre el cerebro? Sí, por ejemplo en educación. Se dice que es más difícil aprender de adulto que de chico. Lo cierto es que hay cosas fáciles y otras difíciles de aprender. El aprendizaje se explica con un término bastante usado y abusado: la plasticidad cerebral. Nuestro cerebro cambia cuando aprendemos algo, como jugar a un juego nuevo. Esa capacidad no es distinta en un adulto, lo diferente es la cantidad de esfuerzo y eso lo regulan dos variables: la cantidad de tiempo y la motivación. La fisiología cerebral nos muestra que para que un cerebro aprenda tiene que estar en un estado motivado y emocional. Un bebé aprende a caminar con una tozudez extraordinaria, se cae y se levanta durante horas todos los días porque caminar es un proceso muy complejo. No hay muchos adultos que dediquen tanto tiempo y con tanta insistencia a aprender algo. La ilusión aparece porque de chico dedicamos 10 horas a aprender, eso baja en la adolescencia hasta llegar a una hora al día en promedio a los 25 años. El cerebro no está viejo, está poco entrenado. Me considero progresista en educación, pero hoy hay mucha irresponsabilidad en una especie de florecimiento de gurús de la educación con ideas mesiánicas pseudocientíficas que exponen irresponsablemente. Un ejemplo es la educación lúdica, que ignora que el aprendizaje necesita de procesos tediosos, como aprender todas las capitales de Europa, que sirve para generar resiliencia, concentración y memorización; no se trata de saber geografía solamente. Sacar eso de la escuela es peligroso. ¿Cuál es el gran proyecto de investigación en neurociencias actualmente? No siempre hay programas de investigación y no siempre se efectivizan cuando los hay Así funciona la ciencia, que es por definición un camino en lo incierto, y los pronósticos son difíciles de hacer. Por eso es importante invertir en ciencia básica e invertir en la ciencia incluso cuando no es tan claro el resultado inmediato. La verdad es que las preguntas más prometedoras en neurociencias son las que no sabemos si van a resolverse en pocos años. Porque si sabemos eso no sería una pregunta científica, no sería un problema de conocimiento "de frontera", como suele decirse. Sí, entre los grandes dominios de esta ciencia, está el problema fundamental de la conciencia. Cada uno tiene una sensación de tener un registro fenomenológico de una experiencia propia y sentimos la vida en primera persona. El registro científico de eso es, hoy, un enorme signo de pregunta. Otro caso es el de la neuropsicología y la psiquiatría. La psiquiatría avanzó mucho y por eso tenemos mejor diagnóstico que hace 50 años y entendemos mejor la neurofarmacología, que permite fabricar e inventar mejores medicamentos para enfermedades neurológicas como el Alzheimer o el Parkinson, cuya prognosis mejoró pero no demasiado en relación con los esfuerzos de investigación y financiación. A mí me interesa mucho la interfaz entre la neurociencia y la educación. Educamos cerebros humanos, así que saber cómo funciona y por qué se resiste a aprender o cómo se organiza el lenguaje y la memoria es una frontera interesante. Hoy se discute bastante en el país el tema de ciencia básica y aplicada, pensada para arrojar resultados aplicables a la industria. ¿Hay un objetivo de crear "científicos emprendedores"? No soy experto en el tema. Mi creencia es que la investigación básica es una buena forma de generar riqueza para el país. Un país periférico no puede crecer sin ciencia y tecnología de calidad. Se intuye que cuando hay prosperidad social y económica hay más inversión en la ciencia y las artes o el pensamiento humano. La ciencia se externaliza en muchos dominios y por eso hay una ciencia aplicada que es muy importante para la agricultura o los satélites. Pero también se necesita una ciencia que permita descubrir cosas que no sabíamos y cosas que no sabíamos que no sabíamos. Todas las grandes invenciones de la humanidad se dan así, con sorpresas. Además, una idea básica en epistemología es que la ciencia básica siempre se traduce a ciencia aplicada porque florece de muchas formas. Investigaste en el exterior y volviste. ¿Se puede hacer esa ciencia de calidad desde la Argentina? La ciencia más importante de mi carrera la hice en mi país. Es difícil hablar de recetas universales que funcionen en todos los países para potenciar la ciencia, no se puede aplicar lo que funciona afuera así, sin más. La Argentina es un lugar extraordinario para hacer ciencia. Cuando volví, no pensé que volvía a jugar en la B, pensaba que tenía que dar lo mejor y si no salía iba a ser culpa mía; así lo viví siempre. Tenemos una gran tradición científica que por fluctuaciones políticas tuvo vaivenes que dejaron agujeros. Pero esa tradición es una llama que no hay que dejar que se extinga. Considerando tus estudios sobre cómo toman decisiones los grupos, ¿qué lugar deberían ocupar los científicos en la esfera pública? En general es raro ver gente de ciencia ocupar esferas del poder. Una coexistencia democrática con pluralidad de voces que no sean solo ideológicas es sana. Las investigaciones arrojan que, mida como se la mida, la diversidad arrojamejores resultados. En algunos dominios es crucial, como cambio climático, las vacunas o inversión agropecuaria. Las decisiones son muy sofisticadas, y ciertamente ideológicas, pero demandan un menester técnico que poca gente tiene El cerebro emprendedor "Las personas tienen distinto grado de aversión al riesgo y sabemos cómo funciona eso por la psicología y fisionomía del riesgo. La gente emprendedora tiene menor aversión al riesgo que la media y reaccionan diferente a la gratificación; que en neurociencias se traduce como presencia de dopamina en el cerebro. Desde un abrazo, comer chocolate y tener 1.000 seguidores en Facebook genera un estado fisiológico de generación de dopamina que se percibe como algo placentero. A esa búsqueda de placer hedónico la gente reacciona distinto. La gente adictiva a la dopamina tiene cierta fisiología y necesita más y más, es buscadora e impulsiva. Y hay gente que vive con mucha menos necesidad de eso, por eso explica que algunos emprendan y otros no. Hay mucha variedad y no se puede explicar todo con esto, por ejemplo, alguien podría ser montañista en lugar de emprendedor si tiene esa fisionomía", explica Sigman. Mira la nota impresa: