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Capital Intelectual

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Andrés Malamud: "Con estos niveles de inflación no hay cambio cultural posible"

Para este politólogo, el peronismo actual, desvitalizado y en crisis ("perdió el élan", dice) no implica desafío alguno para el Gobierno. Pero sí la economía, tanto a nivel internacional como local   Cada una de sus respuestas llega despojada de firuletes y barroquismos. Disfruta la argumentación, la polémica y la ironía, y es consciente de que sus ideas serán discutidas por todas las trincheras. Politólogo graduado en la Universidad de Buenos Aires, Andrés Malamud se doctoró en Ciencias Políticas en el Instituto Universitario Europeo y en la actualidad es investigador de la Universidad de Lisboa, en donde está radicado desde hace algunos años. Vivió desde los cuatro años en Olavarría y, durante la transición democrática, se reinstaló en la ciudad de Buenos Aires para cursar una Licenciatura en Sistemas. El fervor por el alfonsinismo trastocó ese plan original: cambió las ciencias exactas por la ciencia política y abrazó el radicalismo, partido en el que volcó su militancia. A pesar de que vive en Europa, sigue al detalle la realidad argentina, interviene activamente en el debate público -a través de artículos, entrevistas y su cuenta de Twitter- y, en sus frecuentes visitas al país, es consultado por políticos, académicos y medios de comunicación. En esta oportunidad, Malamud viajó a Buenos Aires para participar de las jornadas "Populismo comparado: América Latina, Europa y Estados Unidos", organizadas por la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Tiempo atrás, usted dijo: "Un presidente también tiene que inspirar, no solo gestionar." ¿El liderazgo de Macri inspira? Me da la impresión de que no inspira de la misma manera que otros. ¿Qué diferencia hay entre el macrismo y el kirchnerismo? El kirchnerismo es una identidad, el macrismo es la adhesión a una práctica. "Nos gusta Macri porque hace lo que hay que hacer", nos dicen los supuestos macristas; pero "nos gusta Cristina porque somos kirchneristas". Una cosa es ser y otra cosa es apoyar, coincidir. Creo que en la mayor parte del "macrismo" no hay una identificación existencial. Fíjese cómo lo critican por el gradualismo. ¿No ve en algunos sectores que apoyan al oficialismo una defensa entusiasta? Creo que hay más intensidad cuando critican al kirchnerismo que cuando defienden a Macri. Si hubiera que definir a Fernando Iglesias, por ejemplo, para mí es gorila, no macrista. Es antiperonista. ¿De qué habla Macri cuando habla de cambio cultural? De lo que le dice Marcos Peña. Y Peña tiene una visión del mundo inspirada en la moralidad más que en el conflicto de intereses. Los buenos y los malos. Lo que está bien y lo que está mal. Lo del cambio cultural yo no lo veo como una criatura de Macri, sino de alguna gente mística que lo rodea. ¿Qué pretendería el cambio cultural al que hace referencia? Creo que lo que ellos entienden por cambio cultural es construir una sociedad con buena gente, gobernando con buena gente. ¿No es el regeneracionismo institucional? Ellos creen que las instituciones se regeneran si son las personas buenas las que están a cargo. Alguna vez dijeron, cuando les cuestionaron el hecho de acumular toda la información identitaria de los argentinos, "bueno, pero nosotros lo vamos a usar para el bien". Tienen una visión maniquea suave. ¿Y usted cree que hay un cambio cultural en marcha? No, porque los institucionalistas creemos que la cultura es una consecuencia del mediano plazo, del cambio de los incentivos. No creemos que el cambio cultural sea causa: es consecuencia. ¿Cuáles son los incentivos que están cambiando en la Argentina? Lo fundamental es traducir el corto plazo en largo plazo: que los argentinos dejen de pensar en mañana y empiecen a pensar en pasado mañana. Y el elemento más corrosivo para el largo plazo es la inflación. Con estos niveles de inflación no hay cambio cultural posible. El Gobierno lo sabe y está tratando de bajarla. No conseguir bajar la inflación es un fracaso. Se conocieron índices de baja en la pobreza y reactivación económica en algunos sectores. ¿El Gobierno sigue funcionando más sobre la base de expectativas que de realidades o esa ecuación está cambiando? El Gobierno tenía un plan A: crear confianza para que vengan inversiones, pero no funcionó. Aunque muestren números de que vienen inversiones, no alcanza. Así que, algunos dicen, pasó al plan B. Yo creo que no hay plan B, lo que hay es ir emparchando. Si hay plan B, es motorizar la economía no a partir de las inversiones que llegan sino de la obra pública que depende del Gobierno. La obra pública tiene una interpretación mística en la Argentina porque se considera que es multiplicadora. No sé si es tan multiplicadora, pero tiene efecto de derrame social. ¿Hay un modelo de país? El Gobierno tiene claramente un modelo de país, que eran los Estados Unidos de Obama. Pero eso no existe más. El Gobierno quiere "un país normal", que es la misma frase que usaba Néstor Kirchner. ¿Pero son diferentes "países normales", o no? El país del primer Néstor, el Néstor de Lavagna, era superávit fiscal con legitimidad electoral. Lo fue desgastando el último año de Néstor y después Cristina: mantuvieron la legitimidad electoral pero se comieron los superávit. Creo que si a Macri le plantean esta fórmula de superávit fiscal con legitimidad electoral, la compra con los ojos cerrados. Que el pueblo vote, que el gobierno ahorre. Néstor, a lo mejor, lo plantearía en términos de derechos y Macri, de libertades, de innovación o de iniciativa privada, pero los dos pensaban que el Estado tenía que normalizarse. Pero el mundo normal que Macri tiene en la cabeza no existe, porque el mundo es de Trump y de Putin. ¿Cómo ve el tema de la transparencia en función de las propias promesas del Gobierno? Soy amigo de Laura Alonso, pero la Oficina Anticorrupción no debería depender del Gobierno. Ella es una persona intachable, pero, por principio general, el controlado no debe designar al controlador. Y el Gobierno, como dijo Juan Carlos Torre, carece de sensibilidad ante el conflicto de intereses. No lo entienden. Yo diría que este Gobierno tiene un nivel de corrupción inferior al anterior, pero van recién dos años. El anterior, cuando empezó, no tenía el nivel de corrupción que tuvo cuando terminó. La corrupción es algo que se acumula, y en parte se acumula por insensibilidades; por eso la alternancia es la base de la democracia. No hay sensibilidad para los conflictos de intereses que se generan cuando se pasa de lo privado a lo público, y viceversa. Esto no es un problema solamente de la Argentina. En Estados Unidos y en la Unión Europea pasa lo mismo. El Gobierno no sabe distinguir, es daltónico. Lo tienen delante de los ojos, pero son incapaces de leerlo. ¿Hay ideología ahí? Es una sensibilidad de la cual mucha gente carece. Hay algunos sindicalistas presos pero no hay denuncias contra empresarios, otra de las patas de la corrupción. ¿Por qué? Antes hablé de inflación y ahora de inversión. Son los dos números que indican cuán lejos puede ver la gente cuando mira para adelante. La tasa de inversión en la Argentina es insuficiente para mantener un crecimiento continuo y la tasa de inflación, demasiado alta para que uno decida invertir en vez de gastar plata en el corto plazo. Todo lo demás es maquillaje, inclusive la lucha contra la corrupción. El propio Aranguren reconoció que no va a traer la plata hasta que no se genere confianza. En términos jurídicos eso es intachable porque no está violando absolutamente ninguna ley. El Gobierno dice: "Confíen, inviertan". Pero si ellos no confían ni invierten, están dando la señal exactamente contraria. Hay reclamos del radicalismo por su escasa participación en las decisiones de gobierno. El Gobierno no consulta al PRO, no consulta a la Coalición Cívica y no consulta a la Unión Cívica Radical, salvo en cuestiones específicas. Está centrado en el eje Presidente-jefe de Gabinete. El jefe de Gabinete se rodea con buenas cabezas y de ahí salen las definiciones de políticas públicas. Esto es lo que pasa en prácticamente cualquier presidencialismo: los presidentes son los grandes formadores del gobierno y pueden escoger sus gabinetes y sus políticas con más o menos participación de los partidos. Si hubiera reelección de Macri y de Vidal en 2019, sería el primer gobierno no peronista que termina el mandato y reelige, y la primera vez que el peronismo pierde elecciones dos veces seguidas. ¿Cómo lee ese dato? Si Macri y Vidal son candidatos y son reelectos, es bueno para la democracia, para Cambiemos y para Macri, pero es malo para Vidal. ¿Por qué es malo para Vidal? Porque los gobernadores bonaerenses cuando son reelegidos en la provincia de Buenos Aires se incendian. No quiere decir que lo que fue será, pero la experiencia nos dice que hay más posibilidades de quemarse que de ascender. Los gobernadores bonaerenses, por alguna razón, no solo no llegan a presidente sino que además terminan con problemas. En un país donde las provincias y el territorio son tan importantes, ganaron dos fórmulas porteñas puras: De la Rúa-Álvarez y Macri-Michetti. Marcos Peña estuvo en el Club Político y frente a las críticas de algunos de sus intelectuales, les dijo que no entendían la señalética del oficialismo. ¿Al Gobierno le interesa la relación con los intelectuales? Tiene una relación con los intelectuales: los escucha, los convoca. Te llaman de vez en cuando, te tratan bien, te seducen. Te escuchan y dialogan, pero están convencidos de su núcleo básico de ideas y desde su convicción te tratan de seducir y convencer. Militan a los intelectuales que respetan. El Gobierno dice que hay que mirar al futuro más que al pasado, y los intelectuales ven un ninguneo al pasado. Para los intelectuales lo fundamental es la historia, para este Gobierno lo fundamental es la práctica y la filosofía del entusiasmo, la filosofía del bien. Lo que para los intelectuales es fundamental, que es entender este momento entroncado en el pasado y proyectado en el futuro, al Gobierno no le importa. Los intelectuales dicen: "¿Pero con quién se identifican del pasado? ¿Con Roca?". Al Gobierno no le importa Roca. Prefiere poner un guanaco o una ballena en los billetes. Militan esa falta de importancia de la historia. ¿Por qué lo hacen? Porque lo creen y tienen un filósofo que trabaja eso. El peronismo es vitalismo puro. El radicalismo es la racionalidad, y mientras se queda racionalmente tratando de interpretar el mundo, el peronismo le pasa por encima. El PRO trajo una vitalidad esencialista y filosófica que el radicalismo no tenía. En esto se parece al peronismo y lo sabe. ¿Cómo ve el universo peronista? El peronismo perdió el élan. No encuentra esa vitalidad alegre que lo caracterizó durante décadas, y Cristina representa eso mucho más que lo que llaman el "peronismo racional". El "peronismo racional" es un genial invento del Gobierno para meter viejos grises en la conducción del partido. ¿Cree que el peronismo está en condiciones de reorganizarse para ser una alternativa electoral competitiva? Para tornarse una alternativa competitiva, no necesita autocrítica sino liderazgo. Ninguno aparece en el horizonte, pero no es para confiarse: en el peronismo, los líderes no se ven venir. Así como Menem derrotó sorpresivamente a Cafiero y Néstor Kirchner fue la tercera opción de Duhalde -después de descartar a Reutemann y a De la Sota-, es improbable que el futuro líder sea cualquiera de los que hoy asoman. ¿De qué manera el Gobierno aprovecha y potencia la crisis del peronismo? El Gobierno depende de la economía internacional y de sí mismo. Si no hay shock externo ni exceso de errores no forzados, lo que haga el peronismo es irrelevante. Pero si los errores se acumulan y la economía se complica, la crisis del peronismo es crucial para la continuidad de Cambiemos. El Gobierno lo sabe y la fomenta, y lo ayudan los dos PJ: el Poder Judicial y el Partido Justicialista. Muchos analistas admitieron haber subestimado a Cambiemos en 2015. ¿Podría haber ahora un peligro de sobreestimación? Sí, dentro de algunos años, muchos nos preguntaremos cómo pudimos admirar tanto a personas que ya se habrán retirado de la política. Mientras tanto, son los mejores. Biografía Andrés Malamud nació el 12 de diciembre de 1967 en Buenos Aires. Es doctor en Ciencias Sociales y Políticas por el Instituto Universitario Europeo, Florencia, e investigador del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa. Entre otros, es coautor de ¿Por qué retrocede la izquierda? (Capital Intelectual).

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